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"¡Las furgonetas se abalanzaban directamente sobre los manifestantes y les golpeaban, lo vi con mis propios ojos!". En un ostensible estado de agitación, Natalia Chikulaeva, residente en el barrio Partizanski, en el mismo centro de Minsk, explica a través del teléfono lo sucedido durante la noche pasada en la capital de Bielorrusia tras la proclamación de la victoria de Aleksándr Lukashenko en las elecciones presidenciales. Según oenegés locales, una persona ha resultado muerta tras haber sido atropellada por un vehículo, y decenas más permanecen ingresadas en los hospitales de la ciudad con heridas.
"Utilizaron gas y granadas aturdidoras; al estallar esos artefactos hacen un estruendo terrible", continúa Natalia. "Fueron los OMON (tropas del Ministerio del Interior y el Ejército; apenas han utilizado a la policía, porque es más cercana a los ciudadanos y el Gobierno duda de su lealtad", explica.
Tras cerrarse los colegios electorales a las ocho de la tarde, esta mujer ya entrada en años y empresaria de profesión acudió, junto a otros partidarios de la candidata opositora Svetlana Tikhonóvskaya, a la escuela número seis, donde habían votado horas antes, para exigir un recuento público de los votos. "Los integrantes de la comisión electoral de nuestro colegio que contaban los votos tenían miedo, y fueron sacados del edificio por un autobús oficial; la policía nos llamaba provocadores; cuando arrestaban, decían que la gente normal no circulaba por las calles a esas horas", denuncia.