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Se trata de un ritual que se ha resistido al paso del tiempo con algunas transformaciones. En la actualidad las máscaras son carnavalescas o de luchadores, ya no de cuero o piles de animal como antes.
Sus risas y cánticos rompen el silencio de las calles de la pequeña comunidad de San Nicolás de los Ranchos. Son los Tiznados, hombres y niños sin ropa y con el cuerpo pintado, que realizan bailes prehispánicos durante tres días para expulsar a los demonios del pueblo.
Ubicada en las cercanías del volcán Popocatepetl, San Nicolás de los Ranchos es una población que realiza un carnaval diferente al que normalmente vemos en ciudades como costeras como Veracruz y Mazatlán.
Desde septiembre se preparan y se turnan la organización, así dirigen, reúnen a los participantes pero sobre todo, juntan los recursos que cubrirán las necesidades de las cuadrillas.
Horas de música de banda, cohetones, baile y latigazos acompañan al ritual por tres días continuos. Luego los hombres pintados descansan por cinco días y vuelven a las calles para dar por concluida la festividad el cuarto martes antes de la Semana Santa.
Las máscaras son personajes protagonistas en la mayoría de los carnavales de la región. Los huehues o las máscaras simbolizan la sátira del mexicano a su cultura. Bailando y tronando su chicote, recorren las calles, deteniéndose en cada puerta, para pedir un trago o un refresco y para bailar el ritmo de la música y de la banda que los acompaña. Las máscaras utilizan una voz aguda, que es un grito como de fiesta, de alegría.
Los tiznados, xinacates, judíos; son personas que en su totalidad, que se tiznan con la ceniza que piden en los baños públicos mismos que están mezclados con aceite.
En su mayoría y dado el color de la ceniza, los judíos tienen ese color negro, que a la luz y por el efecto del aceite se llegan a ver azules o plata pero siempre con ese tono de metal