¡Síguenos!La postulación de Claudia Rivera Vivanco a la elección consecutiva en Puebla capital, y luego su derrota, tuvieron devastadoras consecuencias para el Movimiento Regeneración Nacional (Morena) y para el lopezobradorismo, no sólo en Puebla, sino en el país.
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El socavón que la mala imagen y mala administración de la todavía alcaldesa con licencia provocó al morenismo no hay modo de excusarlo y, desde el momento mismo en que fue ungida candidata, debiera haber generado penalidades partidistas a los dirigentes en Puebla y al presidente del Comité Ejecutivo Nacional (CEN), Mario Martín Delgado Carrillo, que tiene los días contados en ese cargo.
Claudia Rivera Vivanco arrastró consigo a la derrota a los candidatos a las diputaciones de los distritos 9, 11 y 12 federales de la alianza Juntos Hacemos Historia (Morena, PT y PVEM). También había que contar el 10, de las Cholulas, por la inercia negativa que provocó.
En total, en el país, el lopezobradorismo perdió 49 curules en San Lázaro, pues 10 por ciento fue directamente por Claudia y los vivanquistas en Puebla.
A pesar de que había perfiles tan competitivos como el de la comunicadora Sandra Ortiz Vela, el socavón de Claudia terminó devorándola.
Igual ocurre con las diputaciones locales capitalinas.
La inercia del rechazo a Claudia Rivera Vivanco, que bien se había medido en encuestas que reflejaban la desaprobación a su gestión de 7 de cada 10 habitantes de la capital, llegó incluso a la zona conurbada.
De una u otra manera, municipios que conviven intensamente con Puebla capital, como Coronango, Cuautlancingo y las Cholulas, también terminaron por repudiar a Morena, no por el presidente Andrés Manuel López Obrador ni por el gobernador Miguel Barbosa Huerta, sino por ella y sólo por ella y su equipo.
Claudia Rivera Vivanco no tuvo colaboradores ni asesores. Tuvo artilleros que se pelearon con los empresarios, con los comerciantes, con los grupos representativos, los minoritarios, los medios de comunicación, con todos.
Que pretendieron disputar la legitimidad de otros órdenes de gobierno y de otros poderes.
Este lunes, luego de por fin reconocer su derrota, Claudia vuelve al juego de la victimización.
A todos culpa. Todos tienen responsabilidad menos ella, en su derrota.
No. Ella y sus colaboradores son los responsables.
No hay forma de eludirlo.
Del resto de las diputaciones federales, Morena ganó 11 de 15.
De las diputaciones locales de mayoría relativa, 17 de 26 son para el lopezobradorismo y la mayoría cercanos y cercanas al gobernador Miguel Barbosa Huerta.
Con las plurinominales, el mandatario poblano conservará la mayoría simple y estará en una cómoda posibilidad de construir la mayoría calificada, si sabe transitar en el ámbito parlamentario, el que además es la especialidad de Miguel Barbosa.
El gobernador ganó lo que debió ganar y sin siquiera verse obligado a convertirse en el eje del debate ni de la contienda, como lo fueron negativamente otros mandatarios.
Rafael Moreno Valle Rosas no metía las manos, metía el cuerpo entero; Mario Plutarco Marín Torres operaba al viejo estilo del cacique de los años 50.
Barbosa se sustrajo de la competencia y de todos modos su régimen político, porque también es jefe político, resistió el embate de la oposición junta.
Sus detractores internos, como los vivanquistas, el armentismo desbocado e irracional, o los dirigentes locales formales de Morena, se ahogaron en la saliva de sus vociferaciones y no pudieron, ellos sí, ganar lo que les correspondía en las boletas y en la contienda.
Que nadie se equivoque, el socavón es solamente de Claudia y de sus aliados.