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Un estudio determinó que el personal que labora en anfiteatros anatómicos podría poner en riesgo su salud por las sustancias que se emplean en el embalsamado, advirtieron investigadores del Instituto Politécnico Nacional (IPN).
La investigación detectó que la sustancia formaldehído que se emplea en el embalsamado, cocción y conservación de cadáveres está tipificado como altamente peligroso por la Agencia Internacional de Investigación del Cáncer (IARC, por sus siglas en inglés).
“En México existen entre 100 y 120 facultades y escuelas de medicina. Si en cada una de ellas hay un anfiteatro anatómico en el que laboran entre dos y cinco personas, las cifras del personal expuesto a riesgos por dicho compuesto es elevado”, aseguraron los maestros Cristina Robles Morales y Mario Mendoza Garrido, quien desarrollaron la investigación.
Los especialistas, de la Escuela Nacional de Medicina y Homeopatía (ENMH), señalaron en un comunicado del Politécnico que el principal problema es que en la mayoría de estos centros dicha actividad no está incluida en el catálogo de puestos, por lo que sus padecimientos no se consideran trascendentes, a pesar de ser enfermedades profesionales.
Los académicos resaltaron que en México no existen instituciones que brinden preparación profesional o técnica para desempeñarse como embalsamador, dicha tarea se basa en la práctica o se transmite de manera empírica.
Como parte del estudio, los investigadores usaron el historial clínico y laboral del personal, donde detectaron que los síntomas recurrentes son dolor de cabeza, náuseas, dermatitis de contacto, irritación de garganta, lagrimeo de ojos y visión borrosa.
Mencionaron que el empleado con mayor antigüedad en el puesto (15 años) padece pérdida del sentido del olfato, además de que la mayoría de los trabajadores presentan problemas de lesiones músculo-esqueléticas por la manipulación de los cuerpos.
Ante esta situación, los investigadores recomendaron que con el fin de minimizar los riesgos en la práctica laboral, los empleados deben aplicar medidas de seguridad, como el uso de mascarilla con cartuchos específicos, guantes de nitrilo o neopreno y lentes de seguridad.
Además, en el área de trabajo se debe contar con un adecuado sistema de ventilación para regenerar el aire y remover los contaminantes.
Los científicos expusieron que de acuerdo con datos del Consejo Mexicano de Empresas de Servicios Funerarios (Comesef), en la Ciudad de México hay alrededor de dos mil negocios de este tipo.
Del total de los centros funerarios, 50 por ciento operan sin registro ni respeto a ninguna regulación, por lo que aún existe un inadecuado manejo y disposición final de los residuos peligrosos biológico-infecciosos (RPBI).
En el mejor de los casos, señalaron los académicos, los residuos químicos se envían a empresas autorizadas para su confinamiento, otros se desechan en el drenaje, por lo que llegan a los mantos freáticos, agua que se utiliza en general en el riego de cultivos.
Robles Morales y Mendoza Garrido precisaron que para el estudio realizaron pruebas de monitoreo ambiental para detectar los niveles de formaldehído en el lugar de estudio.
“Conforme a la norma vigente al momento de la investigación (NOM-O10-STPS-1999), la concentración del compuesto en dichas instalaciones está por debajo del límite máximo permisible (3 ppm), lo cual no quiere decir que los trabajadores estén libres de sus efectos, ya que la exposición cotidiana sí tiene repercusiones”, aseguraron.
Ante los resultados del estudio, los investigadores politécnicos consideraron urgente que las instituciones educativas que cuentan con anfiteatros anatómicos supervisen las condiciones laborales y de salud de sus empleados.